Ana C. Covaleda

La importancia de llamarse Ana

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Bueno, morro o no, déjame que te cuente una historia y verás dónde quiero llegar a parar.

Mi madre es la primera marketera de la familia. Quizá la segunda después de mi abuelo, pero esa es otra historia.
Como decía, mi madre es la primera marketera de la familia. Pero nada oficial, ya sabes. De esa gente que sabe comunicar y vender de natural. Que te lleva al huerto y no te enteras. Fue la que me consiguió mi primera entrevista para el banco. ¡A mí, que vengo «de letras»!. Menudo recital soltó para que cogieran mi CV…

El caso es que un día, hace años, estábamos hablando de nombres. «Qué vulgar el mío», le dije, «hay miles que se llaman Ana como yo, ya te vale». Ella con toda su paciencia me contó que, según cierta tradición familiar no escrita, me tendría que haber llamado María Elena o Elena. Pero no le apetecía, porque en la familia ya hay unas cuantas Elenas. Ella misma, por ejemplo. En cambio, prefirió un nombre corto. Tenía en la cabeza Ana, o Eva. Y Ana le pareció más suave al oído. En conclusión me dijo que ella había hecho su parte, o sea, elegir un nombre mono y fácil de recordar. Lo de que los demás realmente se acordaran de mí, ya tendría que correr de mi cuenta.
Yo, jovencísima y descreída por aquella época, sólo levanté una ceja y puse los ojos en blanco.

COSAS DE MADRE

Te habrás imaginado que te hablo de eso tan manido ahora que es la «marca personal». Marketing personal, que me dijo años después un jefe. «Personal Branding», si eres de los modernos. Lo que tú veas.
Por supuesto, cuando me di cuenta de la importancia del asunto fue en el momento en que me lo nombró mi jefe. Cuando mi madre me lo soltó tan visionariamente años antes, supongo que pensé que eran «cosas de madre».

Creo que ahora tiene un nombre tan molón como «personal branding» porque el término «reputación» de toda la vida no es sólo que suene mal, sino que nos da como cierto tufillo a pasado de moda, a apolillado. Y nadie quiere ser un apolillado. Alguien con aires «vintage», quizá.
¿Y qué me dices del respeto que desprende la reputación?. ¡Que hasta se te llena la boca de decirlo! Dilo, dilo, que no te oye nadie: RE-PU-TA-CIÓN. Y es que no parece lo mismo desarrollar tu «personal branding», que cuidar tu reputación. Lo primero parece dinámico, divertido: puedes ser lo que quieras siendo lo que eres. Eso te venden. Pero lo segundo… Más te vale ser de las buenas, amiga. Así, de nacimiento. Excepcional e impoluta. Siempre tiesa como una vela.

LA MAGIA DEL EQUILIBRIO

Mira, tienes el ejemplo muy claro en las empresas. A algún cliente le vigilo la reputación on-line, y le llevo las redes (la voz de la marca en las redes sociales). ¿Crees que alguna de las dos tiene más responsabilidad que la otra, que una es menos importante que la otra?. La diferencia estriva en que una es la voz de las marcas: cómo piensan, sus valores, sus puntos fuertes, el orgullo por sus productos, sus empleados y sus clientes. Es lo que quieren transmitir, cómo se ven y cómo trabajan. Y la otra lo que los demás piensan de ellas. Las etiquetas que les han puesto, y que además se emiten, la mayoría, en público.

Esa dicotomía la puedes usar en tu marca personal, o en tu marca comercial. Con tu nombre pasa exactamente lo mismo.

La marca personal es lo que dicen de ti cuando no estás delante

O eso dice Jeff Bezzos. O eso dicen que dice Jeff Bezos, porque todavía no he podido validar la cita. Pero lo importante es el fondo. La marca personal es lo que dicen de ti.

Ese fondo es básico en los negocios. Y no te equivoques, porque ya sea con tu marca personal, con tu nombre o con una empresa, business is business. Sigue siendo negocio a mayor o menor escala. Tu nombre te da de comer. La diferencia está en que ahora con tu marca personal está de moda darte licencias, abogar por causas, exponer opiniones etc. Yo apoyo esa moción, pero hay una línea muy fina que tienes que pensarte muy bien si cruzar entre lo personal y lo profesional, y qué marketing le haces. Si te compensa.

La transformación exitosa de una marca personal o un triste nombre en algo para para contratar reside, a mi juicio, en el equilibrio. Equilibrar, alinear lo que eres, con lo que quieres que los demás entiendan que eres. Y lo que sabes hacer y cómo lo haces, con lo que necesitan.

Todo lo demás que se haga es marketing para que te recuerden, que te saldrá natural o has de planificar, siempre midiendo las consecuencias.

SIN PRESIONES

Esto no sólo se circunscribe a que seas autónoma o empresaria. Cuando eres empleada, es exactamente igual. Tu nombre será el que aparezca para un ascenso o un despido, y lo hará a veces por razones tan importantes como que tu actitud frente a tu trabajo es inspiradora, o tan peregrinas como que vayas a un café informal con compañeros a darte bombo o no.

El nombre se cuida lo justo entre empleados porque la mayoría piensa que pasar inadvertido les resta problemas.

Pero si eres autónoma o empresaria y a tu nombre sólo reacciona tu madre, estás muerta.

Por supuesto cuando construyes tu marca estás haciendo algo tan personal que nadie lo ha hecho antes, así que no estoy yo aquí para darte lecciones ni decirte qué tienes que hacer. Pero tu marca es importante. Tu nombre es importante. Porque con él te identifican: tus acciones, tus palabras, tu actitud, tus logros, tus fallos, rumores sobre ti… Tu nombre te va a procurar parte de lo que te pase en tu vida.

Haz que llamarte como sea que te llames sea importante. Eso depende de ti.

¿No sería AHORA MISMO buen momento para hacer algo con este tema?.

Sin presión 😉

PD:

si quieres algunos libros que yo he seguido, te dejo en mi Pinterest una pequeña lista que iré rellenando con mis favoritos. Mis imprescindibles, Urbrands (en castellano) y GirlBoss (en inglés).

¿Necesitas una ayudita en coaching o para redactar tu CV? Sílvame a ana@castellanoscovaleda.com y hablamos 😉

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